Soja hasta en los canteros

De la Revista 23

El boom de la soja sigue deparando sorpresas.
Ya no sólo son noticia las miles de hectáreas de bosques que se talan en Salta, Misiones o Chaco, para convertirlos en grandes plantaciones de soja, sino que en los últimos años este fenómeno también llegó a las puertas de la Capital Federal.

González Catán, Castelar, Pilar, Merlo, Moreno, José C. Paz y Ezeiza son algunas de las localidades del conurbano bonaerense en las que se puede hallar plantaciones de soja. De esta manera ya no debe resultar extraño ver tractores lidiando con autos y colectivos por algunas calles del Gran Buenos Aires.

Sin embargo los productores también deben adaptarse al nuevo escenario. Esto es, el continuo robo de alambrados que imposibilita delimitar los terrenos, y los frecuentes incendios que obligan a asegurar los sembrados. ¿Cuáles son las razones de este fenómeno que alteró el paisaje del conurbano?

“La razón principal es que la alta rentabilidad de la actividad convirtió a la tierra en un bien escaso”, explicó a Veintitrés Daniel Bianchi, que además de productor es docente universitario y dueño de un comercio de servicios agropecuarios en Luján, junto a su socia, Virgina Bonvecchi.

Las estadísticas señalan que la superficie cultivada con soja creció de 6 a 14 millones de hectáreas entre 1994 y 2004. Dicho crecimiento se produjo por un lado en desmedro del maíz, el trigo y el algodón, y también del ganado vacuno, que perdió casi un treinta por ciento de la superficie de pastoreo, por lo que no son pocos los especialistas que advierten sobre el temor de que en caso de que la tendencia continúe, la Argentina se llegue a convertir en un país monocultivista.

Y como de buscar nuevos campos para la plantación de soja se trata, fue allí que resultaran útiles bases militares desactivadas, terrenos abandonados y hasta banquinas de autopistas, que las propias concesionanas se encargan de licitar. Y allí apareció en escena el conurbano bonaerense.

“Desde hace tres o cuatro años que empezó este fenómeno”, dice Bianchi. “Por ejemplo -agrega-, ahora se licitaron 110 hectáreas en lo que era la Séptima Brigada Aérea de Morón, donde estaban los Mirage. Lo mismo ocurre con la base militar de Merlo, donde estaban los radares. Lo que sucede es que hay una mayor demanda de soja, por el buen precio que tiene y porque tiene la ventaja de que se adapta a cualquier suelo y que el costo de implantación es mucho más barato que el trigo y el maíz. En la Argentina la soja no se vende, se despacha. Con los otros cultivos no pasa lo mismo.”

-¿Pero quiénes son los que llegan al conurbano, los grandes exportadores?

-No. A raíz de lo atractivo del negocio, se sumó mucha gente ajena a la actividad. Es decir inversionistas que después de lo que pasó con el corralito pusieron su dinero en fondos de inversión que salieron a alquilar campos para producir soja. Se los proponían como algo bastante fácil y beneficioso, pero como desconocían el negocio, a algunos no les resultó rentable. Pero esos grupos salieron a alquilar las mejores zonas de la provincia, y a un mayor precio, lo que dejó sin terreno a los productores que desde hace años están en la actividad, y entonces esa gente tuvo que salir a buscar lugares nuevos -acota Bonvecchi.

Y así es como fueron llegando al conurbano. Por ejemplo, en los terrenos de Merlo está sembrando un productor de San Antonio de Areco que se quedó sin campos en su zona. Los fondos de inversión no sólo pagan más por alquiler, sino que además pagan 3 años por adelantado, por lo que a cualquier productor que vivió toda su vida de esto se le hace muy difícil conseguir campos.

¿De cuánto dinero se habla?
Se llegan a pagar entre 400 y 600 pesos por hectárea, y hasta hay casos de 1.000 pesos, y todo esto distorsionó el mercado en el país. Por eso a lo mejor alguien que tenía un terreno abandonado de 100 hectáreas en González Catán, ahora puede obtener una renta de 50 mil pesos al año sin mover un dedo. “Mi cuñado, por ejemplo, está sembrando en un terreno de 160 hectáreas que está en el kilómetro 38 de la ruta 3 en González Catán”, señala Bianchi.

Bonvecchi: -Fue muy gracioso, porque para llegar con los tractores hasta el campo, teníamos que ir por las calles en medio de los colectivos y los autos, lo que no resultó nada fácil.

-¿Entonces son pocos los dueños de campos que hacen producir la tierra?

Bianchi: -Le doy un sólo dato: hoy el 85 por ciento de la agricultura del país se hace sobre campos alquilados. Antes se decía que lo importante era ser dueño de la tierra, pero ahora lo importante es contar con el capital para invertir…

-¿Y la calidad de la soja del conurbano es la misma?

Bianchi: -Sí, porque esa es una de las ventajas principales de la soja, se adapta a cualquier tipo de suelo y clima, por eso se puede plantar en cualquier provincia. Además, si un animal la pisa y se la la come, no genera problema porque después rebrota y rinde igual. En cambio si fuera maíz es distinto porque se lo comen y no vuelve a crecer. Pero además en el conurbano sería imposible plantar maíz, porque se lo roban. Ese es el riesgo de estar en lugares urbanizados. El otro son los incendios.

Bonvecchi: -A nosotros nos pasó en la Séptima Bigada Aérea. Parece ser que alguien que estaba en una parada de colectivo tiró un cigarrillo encendido, y primero se prendió el pasto y después el fuego entró al terreno y se quemó gran parte del sembrado, por eso algunos productores se ven obligados a asegurar los campos contra incendio. Otro de los problemas es que se roban los alambrados, por lo que la mayoría de los campos están sin alambrar. Por ejemplo en la Séptima Brigada Aérea se robaron todo el alambrado y entonces hubo que hacer grandes zanjas para delimitar el terreno, pero eso no impide que mucha gente lo atraviese para cortar camino, ese es el nuevo paisaje del conurbano.

Otra dificultad para producir soja en los partidos del conurbano es el tema del acceso de la maquinaria agrícola. Tampoco se puede fumigar con aviones, porque sería imposible, así que se tienen que utilizar pulvenzadores terrestres. Y después el tema de los robos y de los animales sueltos. Igual, por tratarse de soja, tampoco hay que hacer un trabajo previo del terreno, porque si no sería mucho más difícil por la maquinaria que se requiere. Sólo es necesario limpiar el terreno y después los agroquímicos hacen el resto.

-¿Y cuál es el terreno más pequeño en el que se puede plantar soja para que sea redituable?

Bianchi: -Es relativo y muy difícil de evaluar. Porque esos productores van y alquilan 25 hectáreas en Pilar, 40 en Moreno, 50 en General Rodríguez, 20 en San Andrés de Giles, para así llegar a sumar las 500 hectáreas que le hagan redituable la operación.

-¿En qué otros lugares nuevos hoy se siembra soja?

Bianchi: -Si uno va por la ruta que une Malvinas Argentinas con José C. Paz, antes era todo campo abandonado y ahora cada vez se encuentra más plantaciones de soja a ambos lados de la ruta. Inclusive frente al country San Diego, en Moreno, también hay soja. Hay terrenos que en su momento fueron comprados para hacer hamos cerrados que se terminaron usando para el cultivo de soja, a pesar de que internamente están urbanizados por calles.

COMO ES EL FENÓMENO DE LA SOJA

El precio histórico de la soja es de 150 dólares la tonelada. Hace dos años llegó a un pico de 220 dólares y en la actualidad oscila entre los 160 y 170 dólares la tonelada. Se estima que en 2006 la Argentina producirá cerca de 40 millones de toneladas. > En González Catán, a 38 kilómetros del Obelisco, ya se pueden encontrar plantaciones de soja. Lo mismo sucede en medio de las quintas de Castelar, en Pilar, en Moreno y en Merlo, donde las Fuerzas Armadas licitan terrenos en lo que había bases militares. > La contaminación que genera la soja: el abuso de los agroquímicos simplifica la labor y abarata costos, pero a la vez contamina y erosiona el suelo, con el consiguiente riesgo en las zonas urbanas.

Un comentario en “Soja hasta en los canteros”

  1. En la frase final dicen abuso de agroquimicos. El abuso ademas de contaminar encarece, debemos afianzar los analisis previos y dosificacion precisa para alterar lo menos posible el ecosistema y disminuir costos. Saludos

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