El licor que aturde

Las letras de los tangos me conmueven. Algunas en especial me ponen la piel de gallina… Ni hablar si encima, la interpretación es gloriosa.

Para aquellos que crean que el tango es un paño de lágrimas de putas y cornudos, les sugiero que lean, como si de un poema se tratara, letras de tangos.
Obras maestras escritas por maestros como Homero Manzi, Homero Expósito, Discépolo, Lenzi, Cátulo Castillo, Le Pera… por nombrar sólo a algunos de los poetas del lunfardo nacional, son joyitas, si uno sabe leer entre líneas.
Dedíquenle unos minutos a ésta letra de “La última curda”… y escuchen la versión que hace el Polaco de ella… ¡Mi Dios!

Lastima, bandoneón,
mi corazon
tu ronca maldición maleva…
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.

Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!

Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturda,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?…

Música: Aníbal Troilo Letra: Cátulo Castillo