Joe Satriani en Buenos Aires (Fotos)

Ayer fuimos a ver a Joe Satriani a Obras gracias a la invitación de Sergio Mayorano, uno de los mejores bajistas de argentina que toca con Diego Mizrahi (ayer fueron grupo soporte) y con Quintasrock

El show impecable, como siempre. Una poderosa y precisa máquina de rock instrumental que funciona como un reloj partiendote la cabeza e impulsando a todos los presentes a volver a sus casas, encerrarse en su cuarto por unos 30 años con una Ibanez y una heladera bien equipada y no salir hasta poder tocar al menos un par de temas del Pelado.

Comparto con uds algunas fotos del recital de ayer.



Actualización: Postearon mis fotos en Taringa. Si quieren ver más comentarios sobre el Recital de Satriani en Obras, pueden hacer click aquí

"El Peor Acuerdo" por Martín Caparrós

Una nota muy controversial y directa de Martín Caparrós, en respuesta a las palabras que el terrorista de Estado, Luciano Benjamín Menéndez pronunció ayer al ser condenado por sus crímenes.


Nunca hubiera pensado que alguna vez podía llegar a estar de acuerdo con el hijo de puta del ex general Luciano Benjamín Menéndez. Y sin embargo, ayer.

Ayer, en su alegato final, el ex Menéndez, ex jefe de una de las unidades militares más asesinas, el Tercer Cuerpo de Ejército, hombre de cuchillos tomar y de presos matar, peroró en su defensa. Dijo, en síntesis, que las fuerzas armadas argentinas pelearon y ganaron para “evitar el asalto de la subversión marxista”. Y yo también lo creo.

Con algunos matices. La subversión marxista –o más o menos marxista, de la que yo también formaba parte– quería, sin duda, asaltar el poder en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad socialista, sin economía de mercado, sin desigualdades, sin explotadores ni explotados, y sin muchas precisiones acerca de la forma política que eso adoptaría –pero que, sin duda, no sería la “democracia burguesa” que condenábamos cada vez que podíamos.

Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que “los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia”. Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993, cuando vi a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder, que incluso lo cantábamos: “Con las urnas al gobierno / con las armas al poder”, y que falsear la historia era lo peor que se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y setentas.

(A propósito: es la misma falsificación que se comete cuando se dice, como lo ha hecho Kirchner, que este gobierno pelea por realizar los sueños de aquellos militantes: esos sueños, está claro, eran muy otros. En esa falsificación, Kirchner y el asesino ex se acercan; ayer Menéndez decía que “los guerrilleros del 70 están hoy en el poder”, sin ver que, si acaso, los que están alrededor del gobierno son personas que estuvieron alrededor de esa guerrilla en los setentas y que cambiaron, como todo cambió, tanto en los treinta últimos años que ya no tienen nada que ver con todo aquello, salvo para usarlo como figura retórica.)

Es curioso cómo se reescribió aquella historia. Hoy la mayoría de los argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy satisfecha cuando los militares salieron a poner orden. “Ostentamos el dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas”, dijo el asesino –y tiene razón. Pero la sociedad argentina se armó un relato según el cual todos estaban en contra de los militares o, por lo menos, no tenían ni idea. Es cierto que no podían haber imaginado que esa violencia era tan bruta, tan violenta, pero había que ser muy esforzado o muy boludo para no darse cuenta de que, más allá de detalles espantosos, las fuerzas armadas estaban reprimiendo con todo.

El relato de la inocencia mayoritaria se ha impuesto, pese a sus contradicciones evidentes. Los mismos medios que ahora cuentan con horror torturas y asesinatos las callaron entonces; los mismos partidos políticos que se hacían los tontos ahora las condenan; los mismos ciudadanos que se alegraban privada y hasta públicamente del retorno del orden ahora se espantan. Y todos ellos conforman esta masa de ingratos a la que se dirige el muy hijo de exputa: “Luchamos por y para ustedes” –les dice y, de hecho, los militares preservaron para ellos el capitalismo y la democracia burguesa. Pero la sociedad argentina se ha inventado un pasado limpito en el que unos pocos megaperversosasesinos como éste hicieron a espaldas de todos lo que ellos jamás habrían permitido, y les resulta mucho más cómodo. Como les resulta mucho más cómodo, ahora, indignarse con el ex que repensar qué hicieron entonces, a quién apoyaron, en qué los benefició la violencia de los represores, y lo fácil que les resultó, muchos años después, asombrarse, impresionarse e indignarse.

El ex Menéndez es, sin duda, un asesino, y ojalá que se pudra en la cárcel. Es obvio que no es lo mismo la violencia de un grupo de ciudadanos que la violencia del Estado, pero es tonto negar que nosotros proponíamos la guerra popular y prolongada como forma de llegar al poder. Y también es obvio que la violencia de los militares no les sirvió sólo para vencer a la guerrilla: lo habrían podido conseguir con mucho menos.

Durante mucho tiempo me equivoqué pensando que los militares habían exagerado: que la amenaza revolucionaria era menor, que no justificaba semejante despliegue. Tardé en entender que los militares y los ricos argentinos habían usado esa amenaza como excusa para corregir la estructura socioeconómica del país: para convertir a la Argentina en una sociedad con menos fábricas y por lo tanto menos obreros reivindicativos, para disciplinar a los díscolos de cualquier orden, y para cumplir con las órdenes reservadas del secretario de Estado USA, su compañero Kissinger, que les dijo en abril de 1976 que debían volver a convertir a nuestro país en un exportador de materia prima agropecuaria.

Es lo que dijo el ex: “¡Y nosotros estamos siendo juzgados! ¿Para quién ganamos la batalla?”. Porque es cierto que la ganaron, y que su resultado principal no son estos juicios sino este país sojero.

Ése es el punto en que casi todos se hacen los boludos. La indignación siempre fue más fácil que el pensamiento. Supongo que es mejor que muchos, para sentirse probos, prefieran condenar a los militares antes que seguir apoyándolos como entonces. Pero no deja de inquietarme que todo sea tan fácil y que sólo un asesino hijo de puta suelte, de vez en cuando, ciertas verdades tremebundas.

Knol: la Wikipedia de Google


Hoy Google lanzó oficialmente Knol.

Este sitio surge como una alternativa a Wikipedia con la diferencia que permite, a través de su programa Adsense generar ganancias para los autores.

Esta es, sin duda, la carta mas fuerte de Google para competir con la poderosa y popular Wikipedia.

Al igual que en la Wikipedia, los artículos pueden ser editados, pero en Knol requieren una aprobación del o los autores originales.

Si bien la lógica del pago haría crecer más a Knol que a la Wikipedia, ya que los artículos de calidad generarían más tráfico, con el consiguiente retorno en cheques de Google, es probable que se sature de contenidos más populares, cada uno de ellos en búsqueda de ese nicho de mercado que permita hacer unos verdes a fin de mes.

En principio, Wikipedia parece estar en desventaja, al no basar la colaboración de sus usuarios más que en el beneficio de sentir que se aporta a un conocimiento en común, sin embargo, esto genera a primera instancia otro compromiso y otro interés, que en este caso, y a mi modo de ver, supera la búsqueda de un futuro lucro.

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¿Hay que hablar de traición? (Por Horacio González

Un interesante artículo de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional.


Frases sobre la traición pueblan la historia de la humanidad. Pertenecen a la mitología de los grandes pastores de almas, que sienten el latido de una secreta amenaza de discípulos o aliados. Según una idea milenaria, toda conciencia se hallaría entre una proclama de lealtad y el deseo de negarla. El consuelo de los herejes siempre fue el de decir “la historia me juzgará”, lo que no deja de ser cierto pero mezquino. Siempre los acontecimientos colectivos y las lógicas complejas superan en el tiempo a las pasiones personales. Pero la historia nunca juzga, pues es mera acumulación de reinterpretaciones y en el fondo no hay nada más atemporal que las pasiones.

Quizá sólo algunos espíritus privilegiados tengan derecho a la traición. Otros hombres que expresan una vida aguachenta podrán pensar que con una traición se redimen. En su famoso cuento sobre la traición, Borges demuestra que el héroe se fabrica con los ingredientes de una impensada pero necesaria defección. Sin embargo, la historia procede de forma diferente. Suele trabajar con hombres anodinos a los que pone en situaciones irreversibles. A partir del estropajo de la vida, alguien puede tomar una decisión irrevocable que desvía el curso de las cosas.

Pero no conviene explicar con estas referencias el modesto caso de Cobos, que intentó padecer primero y luego se convirtió en insensato cosechero de lo que se había producido. Lo esperaba el ditirambo de la mitad del país dividido, al que ofreció la escisión correspondiente de su propia conciencia. Dijo actuar en nombre de la ley doméstica en vez de atender la razón institucional, excusa que surge más de la experiencia de los momentos de disolución social que del invento griego de una razón familiar autodestructiva por encima de la objetividad de la historia. Cobos no es un Labdácida y está muy lejos de Tebas. Escuchar su balbuceo el jueves a la noche era impresionante. No existía más el Estado. Existía el mascullo del que creía que era bueno perder la dignidad pública en nombre de un argumento antiquísimo: la consulta con la familia.

He aquí la paradoja. Esa “consulta” era reaccionaria. Y el Estado, débil, problemático y anonadado, era progresista. Cobos habló de consenso, pero su consenso era una parte exquisita y concreta de la propia división social. Su voto fortalecía el camino del cisma y no de su cura. Pero las naciones comienzan siempre por ser bifurcaciones y, si las naciones prosiguen, es porque en cada momento hay fórmulas de convivencia verosímiles, grados aceptables de equilibrio, disputas sobre la interpretación del pasado o constantes luchas por relaciones entre las partes que podrían ser más equitativas. La “unión nacional” es siempre un estadio provisorio de fuerzas, una manera de convencer al resto de que el trato obtenido, aunque sea injusto, es una ilusión viable a cambio de diferir una guerra. La historia la podrán escribir “los que ganan” pero no hay nación sin la memoria de los lastimados. Lo que quiso decir Cobos es que era posible dividir la institución gubernamental en nombre de no dividir más al país. Fórmula presuntamente pacifista pero engañosa.

El deber del Gobierno era y es llevar la disensión en ambientes de debate compartidos y con probados recursos resolutivos de índole democrática: el Parlamento, la argumentación en plaza pública, el movimiento de combate intelectual en la prensa y en la esfera pública en general. ¿Alguien puede asustarse de eso? Es el ágora nacional en torsión y movimiento. El deber del vicepresidente era el de no imaginar que seguiría siendo un hombre libre si se convertía en una pieza inesperada del vasto movimiento de contestación de las nuevas clases urbanas y rurales, con sus simbologías de vindicta renovadas. Ellas se hallan envueltas en una redefinición del país social, la más conservadora y beligerante de la que tenga memoria en por lo menos las última cinco décadas. Cobos viaja como Pipo Pescador en su automóvil. Pero ahora sí es un hombre prisionero.

No hace falta decir más. Cobos no pudo pensarse él mismo, no sabe lo fundamental de sí, aunque módicas astucias no le falten. Será olvidado o invitado todos los domingos a la televisión. Hablará del tránsito en la Fiesta de la Vendimia o de la vendimia de las almas en tránsito. Poco importa. Lo que ahora resultaría necesario es replantear con más agudeza la relación entre la justicia última sobre el producto que genera la nación con su trabajo y el modo en que se hacen políticos los hombres políticos. Se trata este último tema también de una cuestión de justicia. Pero de una justicia autorreflexiva. Acusar a los “ardorosos” y acudir diariamente a la palabra “crispación” se convirtió hace tiempo en la condena que señala a los hombres presuntamente peligrosos. A la inversa, ciertos personajes se tornan políticos para ofrecer intermediaciones a los núcleos clásicos de poder y describen su acción como una forma de atenuar el conflicto y “combatir a los confrontativos”. ¿Su modelo puede ser el sosegado Biolcati? ¡Como si estos inventados caballeros, en nombre de la astucia de la razón hubieran mandado a la lucha a las pobres pasiones de un Cobos, un Buzzi, un De Angeli!

Pero no es verdaderamente así. Hay astucia pero más pesaron los pensamientos velados. Permanentemente, en las ristras de escarnio y miasmas de opinión que continúan como detritus complementario los artículos de muchos diarios, la locura es una insinuación. Las terminologías insultantes flotan en el ambiente. Se atribuyen civilización y se conjuran contra la barbarie. Pueden prescindir de escritos magistrales y alojarse en una frase distraída del noticiero de la tarde o en el detritus del triste anónimo que así nomás la prensa publica so capa de “participación del lector”. Miles y miles fueron vicepresidentes y vicarios de estos lenguajes masivos que ofuscaron a la democracia política, social y económica que se insinúa.

En nombre de esas secretas deidades se pone en marcha la purificación de la política. Muchas veces subyace remotamente la pulcritud de la tríada “Dios, Patria, Hogar” en los temas aparentemente erráticos que se escuchan a diario, otras veces el mundo demasiado erizado obliga a invocar un refugio de rutina en la familia vista como desahogo de la impureza. Los lenguajes usados salen de vetustas sentinas. Por eso no se puede eliminar de la política la idea de traición. Es su manera esencial de ser inestable, su elogio del desvío final que se presentaría como un gesto de salvación. La traición no lo sería si el desvío lo anuncia un sacrificado con grandes argumentaciones, a veces con gestos últimos. Por eso, el honor, su contrario, puede llevar a otras soluciones en desuso, de la estirpe de un Lugones, un Vargas. Hay traiciones porque no puede ser el suicidio la base de lo político. Hay traiciones porque no puede la conciencia del político ser una pieza sin costuras sino un eslabón donde se expanden las luchas sociales. El concepto de traición es la efímera forma de convocar al ámbito común intransigente y justificar las propias desconfianzas.

Más allá de las interpretaciones en curso, las escenas finales del debate del jueves tuvieron una estatura dramática excepcional, que iban del rostro de Pichetto al farfullo de Cobos, del inútil pedido de cuarto intermedio a las frases terribles que se pronunciaron, del aire confesional de uno al recuerdo de sentencias de resonancia escalofriante del otro. Han retumbado en toda la república. Me permito opinar que no se puede dejar de pensar en ello, pero lo ocurrido –“hazlo ahora”– no debe ser motivo de dictamen sino de constricción, no de condena sino de lamento, no de denuncia sino de elipsis pudorosa. Hay que hacer más sensibles a las instituciones, descubrir lo que aún no sabemos, posibilitar que el denuesto que desearíamos lanzar quede retenido en el umbral interno de la conciencia y esmerar los argumentos de justicia pública, social, cotidiana y colectiva. Como dijo Simón Rodríguez, el gran maestro de Bolívar, o inventamos o erramos.

Movil Activismo: Frontline

Es una alegría ver que el camino iniciado en Greenpeace hace ya cuatros años es continuado con éxito en muchas organizaciones del mundo.

GreenSMS, la herramienta de envío masivo de SMS desarrollada para Greenpeace, por cuya utilización durante la campaña por la obtención de la Ley de Basura Cero en el 2005, fue premiada por Mobile Active es muy similar a este desarrollo posterior llamado Frontline SMS.

El desarrollador de este software, Ken Banks, cuenta en un artículo de la BBC que traduzco a continuación algunas de las utilizaciones que algunas organizaciones sociales hicieron de esta aplicación.

Para quienes quieren información más detallada con casos de organizaciones sociales que trabajan con telefonía celular en Latinoamérica, les recomiendo leer el informe “Telefonía Celular: El caso latinoaméricano” que realizamos con Eugenia Testa y Marcelo Iñarra.

FrontlineSMS (Por Ken Banks)

Los elefantes podrían no ser capaces de hacer llamadas telefónicas, pero eso no evita que usen móviles. Tampoco detiene a cocodrilos o focas. A partir de hoy, de Kenia a Sudáfrica, de Suecia a Grecia, los conservacionistas están utilizando las redes móviles para realizar el seguimiento de varias especies en peligro de extinción utilizando la tecnología GSM.

El avance de la tecnología móvil ha tocado casi todos los aspectos del mundo de las organizaciones sin fines de lucro, ya sea de las que trabajan en conservación de la vida silvestre o las que trabajan en salud humana, y esto sólo es el comienzo.

Es fácil olvidar cuán jóvenes la industria móvil realmente es. La verdadera belleza, por supuesto, es que pocas personas vieron venir este fenómeno.

Ya en 2003, mientras estaba investigando para una de las primeras publicaciones sobre el uso de teléfonos móviles internacionales en la conservación y el desarrollo, no hubo una gran cantidad de casos que no fueran anécdotas muy dispersas.

En aquel entonces, muchos creían que la gente en los países en desarrollo, especialmente los que viven con menos de un par de dólares al día, nunca podrían tener su propio teléfono. ¡Estaban muy equivocados!.

Hoy en día, en el África subsahariana, el 30% de la población posee un móvil, lo que equivale a más de 300 millones de personas.

Muchos más tienen acceso a estas tecnologías mediante celulares compartidos, a celulares comunitarios o a través de familiares y amigos.

Enlace directo

Este crecimiento explosivo es en gran parte a un vibrante mercado del reciclado y la llegada de teléfonos baratos (20 dls), pero es también en parte a los esfuerzos de sistemas avanzados de los fabricantes de móviles, algunos de los cuales gastan cantidades cada vez mayores de tiempo tratando de entender lo que las personas que viven en la llamada “parte inferior de la pirámide” pueden querer de un teléfono.

Móviles con linternas sólo son un ejemplo de productos que pueden surgir de estos nuevos diseños pensados tomando en cuenta las necesidades de estos nuevos usuarios.

En busca de resolver las necesidades de personas que carecen de cualquier tipo de iluminación fiable en sus hogares, algunos teléfonos se comercializan ahora con un fuerte énfasis en ellos “mucho más que un teléfono”. La innovación no sólo existe en el Oeste.

Los empresarios locales también están aprovechando la situación y están abriendo un negocio en cada lugar donde lo creen necesario – que es casi en todas partes – brindando el servicio de carga y reparación para ayudar a las personas mantener sus teléfonos en marcha y funcionando durante el mayor tiempo posible.

El resultado final de todo esta actividad -la del fabricante “formal” y las de estas enormes y populares empresas “informales” – es que un mayor número de teléfonos llegan cada día a más manos, y permanecen allí por más tiempo.

Los teléfonos móviles son hoy una línea de comunicación directa a los agricultores, médicos, pacientes, enfermeras, maestros y jóvenes, o cualquier otra persona que las organizaciones sin ánimo de lucro quieran invitar a participar de sus actividades.

Se trata de poder enviarle a los pacientes recordatorios para que tomen su medicina, o enviar a los agricultores los precios de mercado como referencia, o para que los ciudadanos puedan ayudar a supervisar las elecciones, o que los activistas puedan reportar violaciones de los derechos humanos.

La solución es el SMS

El potencial de los móviles en la conservación y el desarrollo de trabajo es enorme, y las pruebas de su uso van en aumento. Muchas organizaciones de base, sin embargo, todavía luchan para implantar con éxito en su trabajo estas nuevas tecnologías.

Un problema fundamental es que muchos de los celulares que circulan por el mercado del reciclado son generalmente viejos.

Gracias al ingenio y la eficiencia de muchos talleres de reparación de telefonía móvil, no es raro encontrar personas felices usando teléfonos de seis o siete años de antigüedad.

Pero proporcionar servicios de datos de cualquier tipo, generando una experiencia web de calidad para el usuario, es algo que no estos dispositivos no permiten.

La solución es a menudo el humilde mensaje de texto (SMS).

Pero en un mundo donde el teléfono móvil es promocionado como el dispositivo que ayudará a cerrar la brecha digital, la mensajería de texto no es necesariamente la solución que la gente tenía en mente.

Mientras que muchos desarrolladores se concentran en la creación de aplicaciones inteligentes para teléfonos inteligentes, las organizaciones de base se quedan que cuentan sólo con SMS a su disposición se quedan atrás en sus desarrollos.

Construir aplicaciones para un público limitado por su mezcla única de bienes culturales, y diferencias geográficas y económicas puede ser un verdadero reto, pero eso no significa que no debería tratar de lograrlo.

Durante los últimos tres años he estado trabajando en mi propia solución, y no es de extrañar que este basada en el mensaje de texto.

FrontlineSMS es un centro de mensajería que permite a organizaciones sin ánimo de lucro en los países en desarrollo gestionar grandes cantidades de dos vías de comunicación mediante un teléfono móvil adjunta a un ordenador portátil.

Cuando construí la primera versión en 2005, me sorprendí al encontrar que casi todos los servicios de envíos masivos de mensajes estaban basados en la web. Obtener una conexión en el borde del Parque Nacional Kruger, o en una remota aldea de Kenya, es todo un reto.

Hoy en día, FrontlineSMS se está utilizando por organizaciones sin ánimo de lucro de base en más de 40 países para una amplia gama de actividades. Por ejemplo, se utilizó en Nigeria para controlar las elecciones presidenciales en el 2007.

En Malaui, un estudiante de la Universidad de Stanford – armado con sólo 100 celulres de segunda mano y FrontlineSMS – está ayudando a un hospital rural a revolucionar la atención sanitaria para 250000 personas.

Ahí el software se utiliza para conectar San Gabriel’s Hospital en Namitete con 600 trabajadores sanitarios de la comunidad a más de 100 millas cuadradas (260 kilómetros cuadrados).

Por primera vez, los doctores que controlan a los enfermos locales pueden mensajera al hospital informando cómo los pacientes locales están reaccionando a las drogas contra la tuberculosis o el VIH.

A los voluntarios que hacen atención domiciliaria les envían SMS con los nombres de los pacientes que deben rastrearse, y su condición.

Los líderes del grupo de apoyo “Personas que Viven con el VIH y el SIDA” usan FrontlineSMS para coordinar el horario de las sesiones.

Los voluntarios pueden ser mensajeados antes que el hospital móvil y los equipos de inmunización lleguen a su aldea, a fin de que puedan movilizar a la comunidad.

En esencia, FrontlineSMS ha adoptado el nuevo papel de coordinación de una amplia red de salud comunitaria.

El SMS ha sido la sorpresa de la industria móvil, pero a pesar de su posición dominante, siguen teniendo evidentes limitaciones.

Si bien existen mejores y más inteligentes tecnologías a la vuelta de la esquina, pero para muchas organizaciones que buscan ayudar a las personas, el SMS sigue siendo una muy pertinente y poderosa herramienta.

Los teléfonos móviles aún se nos pueden presentar con la mejor oportunidad de salvar la brecha digital, pero no debemos perder de vista el panorama más amplio y debemos recordar siempre que la tecnología viene siempre en último lugar.