"Salir corriendo es el único acto valiente que nos queda por hacer" por Michael Moore

Les adjunto una carta que el realizador americano Michael Moore escribió en relación a la guerra de Irak y su postura favorable a abandonar ya mismo el país invadido por las tropas norteaméricanas. Si bien tiene un par de meses me parece interesante para compartirla.

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Amigos,

El lunes fue el día en que hemos estado más tiempo en Iraq del que nos llevó toda la Segunda Guerra Mundial.

Así es.

Pudimos vencer a la Alemania nazi, a Mussolini y al Imperio japonés en MENOS tiempo del que le ha tomado a la única superpotencia mundial el asegurar la carretera desde el aeropuerto hasta el centro de Bagdad. Y ni siquiera hemos podido hacer ESO.

Después de 1.347 días, en el mismo tiempo que nos llevó avanzar a través de África del Norte, irrumpir en las playas de Italia, conquistar el Pacífico Sur y liberar toda la Europa occidental, después de tres años y medio ni siquiera podemos omar una simple carretera y protegernos de un artefacto casero de 2 latitas ubicadas en un agujero.

Con razón la tarifa del taxi desde el aeropuerto hasta Bagdad anda ahora en torno a los 35.000 dólares por un viaje de 25 minutos. Y eso no incluye un puto casco. ¿Son culpables nuestras tropas de este fracaso absoluto? De ningún modo, éste se debe a que ninguna cantidad de tropas o helicópteros o democracia a cañonazos jamás “ganará” la guerra en Iraq.

Es una guerra perdida, perdida porque nunca tuvo el derecho a la victoria; perdida porque fue iniciada por hombres que nunca han estado en una guerra, por hombres que se esconden detrás de otros enviados para luchar y morir.

Escuchemos lo que dicen los iraquíes según una reciente encuesta realizada por la Universidad de Maryland:

– El 71% quieren que USA se vaya de Iraq.

– El 61% APOYAN los ataques de la resistencia contras las tropas usamericanas.

Si, la mayoría de los ciudadanos iraquíes opinan que nuestros soldados deberían ser asesinados y descuartizados! Entonces ¿qué demonios estamos haciendo todavía allí? ¡Menudas indirectas!

Hay muchas maneras de liberar un país. En general, los residentes de ese país se sublevan y se liberan ellos mismos. Así es como lo hicimos nosotros. También se puede hacer mediante la desobediencia civil pacífica. Así es como lo hizo India. También puede lograrse que el resto del mundo boicotee un régimen hasta que se encuentre tan aislado que deba rendirse. Así lo hizo Sudáfrica. O también se puede esperar hasta que, tarde o temprano, las legiones del rey simplemente se retiren (a veces sólo porque hace mucho frío). Así es como lo hizo Canadá.

La manera que NO funciona consiste en invadir un país y decirle a la gente, “estamos aquí para liberaros”, cuando ellos no han hecho nada para liberarse a sí mismos. ¿Dónde estaban esos suicidas con bombas cuando Sadam los oprimía? ¿Dónde estaba la resistencia que planta bombas a la vera de los caminos mientras pasaba el convoy de Sadam? Supongo que el viejo Sadam era un déspota cruel, pero no lo suficiente como para que miles arriesguen el pellejo.

“¡Oh, no, Mike, no podían hacerlo, Sadam los habría asesinado!” ¿En serio? ¿No crees que el rey George mandó a asesinar a los colonos sublevados? ¿No crees que Patrick Henry o Tom Paine tenían miedo? Pero eso no los detuvo. Cuando decenas de miles no están dispuestos a derramar su propia sangre para derrocar a un dictador, eso debería ser la primera pista de que no van a estar dispuestos a participar cuando uno decide que va a liberarlos.

Un país puede AYUDAR a otro a derrocar a un tirano (eso es lo que los franceses hicieron por nosotros en nuestra revolución), pero después de ayudar uno, se va. Los franceses no se quedaron para decirnos cómo debíamos establecer nuestro gobierno. No dijeron, “nos quedamos porque queremos sus recursos naturales”. Nos dejaron con nuestros propios medios y nos tomó seis años antes de celebrar unas elecciones. Luego sufrimos una sangrienta guerra civil. Eso es lo que ocurre y la historia está llena de ejemplos así. Los franceses no dijeron, “ ¡Oh, deberíamos quedarnos en USA porque si no se van a matar entre ellos debido a ese asunto de la esclavitud!”

La única manera de que una guerra de liberación tenga posibilidades de éxito es que los oprimidos cuenten con el apoyo de sus propios ciudadanos – y con un grupo de Washingtons, Jeffersons, Franklins, Gandhis y Mandelas que los guíen. ¿Dónde están estos bastiones de la libertad en Iraq?

Esto es una broma y lo ha sido desde el principio. Sí, la broma ha sido para nosotros… pero con 655.000 iraquíes muertos como resultado de nuestra invasión (véase Johns Hopkins University).

Supongo que para ellos la broma es cruel. Al menos están liberados… para siempre. Así que no quiero escuchar ni una palabra más sobre seguir enviando tropas (despierta, USA, que John McCain está chiflado) ni sobre “redesplegarlas” ni sobre esperar cuatro meses para una “retirada progresiva”.

Sólo hay una solución para esto y es la siguiente: irnos. Ahora. Empiecen esta noche. Salgan de ahí lo más rápido posible. Aunque mucha gente con conciencia y buen corazón no quiera creerlo, aunque nos duela aceptar la derrota, no hay nada que podamos hacer para deshacer el daño que ya hemos causado. Lo pasado, pasado está. Si uno manejara ebrio en una carretera y matase a un niño, no podría hacer nada para revivirlo. Si uno invade y destruye un país, empujándolo a una guerra civil, no hay mucho que pueda hacer hasta que el humo se apague y la sangre se limpie. Luego, tal vez podamos enmendarnos por las atrocidades cometidas y ayudar a los supervivientes a regresar a una vida mejor.

La Unión Soviética abandonó Afganistán en 36 semanas. Así lo hicieron y apenas sufrieron algunas bajas mientras se iban. Se dieron cuenta del error que habían cometido y sacaron sus tropas. Siguió una guerra civil. Los malos ganaron, nosotros derrocamos a los malos y todo el mundo vivió feliz para siempre. ¡Ven! ¡Al final todo se soluciona!

La responsabilidad para terminar esta guerra recae ahora en los demócratas. El Congreso controla los hilos de la función y la constitución dice que sólo el Congreso puede declarar una guerra. Reid y Pelosi tienen ahora el poder para acabar con esta locura. Si no lo hacen, los votantes se pondrán furiosos. No estamos bromeando, demócratas, y si no nos creen, continúen la guerra sólo otro mes. Lucharemos contra ustedes más duro que cuando lo hicimos contra los republicanos.

La página inicial de mi sitio web tiene una foto de Nancy Pelosi y de Harry Reid, cada una de ellas hecha con un collage de fotos de los soldados usamericanos que han muerto en la guerra de Bush. Pero ahora está a punto de convertirse en la guerra de Bush y de los demócratas, a menos que haya cambios.

Esto es lo que exigimos:

1. Tráiganse las tropas a casa, ahora. No dentro de seis meses. AHORA. Desistan de buscar una forma de ganar. No podemos ganar. Hemos perdido. A veces se pierde. Ésta es una de esas veces. Sean valientes y admítanlo.

2. Discúlpense con nuestros soldados y enmiéndense. Díganles que lo sentimos que hayan tenido que luchar en una guerra que no tiene NADA que ver con nuestra seguridad nacional. Debemos comprometernos a cuidarlos de tal manera que sufran lo menos posible. Los que estén heridos física y mentalmente tienen que ser cuidados de la mejora manera y recibir una compensación económica significativa. Las familias de los caídos se merecen la mejor disculpa y será necesario sostenerlas durante el resto de sus vidas.

3. Debemos enmendarnos por la atrocidad que hemos perpetuado en contra de la población iraquí. Hay pocas maldades peores que iniciar una guerra basada en una mentira, que invadir otro país porque uno quiere lo que está enterrado bajo su territorio. Ahora muchos más morirán. Su sangre mancha nuestras manos, con independencia de por quién hayamos votado. Si uno paga impuestos, ha contribuido a los tres billones de dólares por semana que se gastan actualmente para llevar a Iraq al infierno en que se ha convertido. Cuando se acabe la guerra civil tendremos que ayudar a reconstruir Iraq. No seremos redimidos hasta que nos hayamos enmendado.

Para terminar, hay otro asunto que sé. Nosotros, los usamericanos, somos mejores de lo que se ha hecho en nuestro nombre. Una mayoría de nosotros estábamos enojados y molestos después del 11/9 y perdimos la cabeza. No pensamos con claridad y nunca miramos un mapa, ya que nos mantienen en la estupidez con nuestro patético sistema educativo y nuestros babosos medios de información.

No sabíamos que NOSOTROS éramos quienes estuvieron financiando y armando a Sadam durante muchos años, incluidos aquellos años en que masacró a los kurdos. Él era uno de los nuestros. No sabíamos lo que era un suní o un chiíta, ni siquiera habíamos escuchado esas palabras.

El ochenta por ciento de jóvenes (según la National Geographic) no son capaces de encontrar Iraq en el mapa. Nuestros líderes se aprovecharon de nuestra estupidez, nos manipularon con mentiras y nos asustaron mucho. Pero en el fondo somos buenas personas. Puede ser que seamos lentos para aprender, pero esa propaganda de “misión cumplida” nos sonó rara y pronto empezamos a hacer preguntas. Entonces empezamos a ser más listos.

Cuando llegó el pasado 7 de noviembre, nos enojamos y tratamos de corregir nuestros errores. Ahora la mayoría sabe la verdad. Ahora la mayoría siente una tristeza y una culpa profunda y espera que de alguna forma podamos deshacer el entuerto.

Por desgracia no podemos. Así que aceptaremos las consecuencias de nuestras acciones y haremos lo posible para no defraudar a los iraquíes si alguna vez deciden pedirnos ayuda en el futuro. Les pedimos perdón. Exigimos a los demócratas que nos escuchen y que salgan de Iraq ahora mismo.

Atentamente:
Michael Moore
www.michaelmoore.com
m
mflint@aol.com

29 de noviembre de 2006

¿Por que no hay que trepar las rejas del Zoo?

Otra muestra más de la innovación en distintos aspectos de la vida.

En este caso, un zoologico tenía el problema que muchos de sus visitantes trepaban las rejas de las jaulas de los animales con el peligro que eso acarreaba.

Como los carteles tradicionales de advertencia no daban resultado intentaron con una variante humoristica.

No sabemos si dió mas resultado, pero al menos muchos se mataron de risa al leerlo.


Traducción: “Por favor mantengase seguro. No se pare, siente o trepe sobre las rejas de los animales. Si se cae, los animales pueden comerlo y eso puede hacer que se enfermen. Gracias.”


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Kaapital: Los signos de la ciudad

Kapitaal es un multipremiado cortometraje que, a la inversa del proyecto Delettering, revela la influencia del diseño gráfico a través de un paseo por una ciudad holandesa de la que se ha borrado la arquitectura y los ciudadanos, dejando unicamente como referencia las señales urbanas, la publicidad, las marcas y elementos gráficos de diferentes sistemas visuales. Realizado por el estudio Smack de los diseñadores gráficos Ton Meijdam, Béla Zsigmond y el animador Thom Snels, fue financiado por el museo de diseño gráfico De Beyerd, en Breda, Holanda.

“Kapitaal es una animación tipográfica sobre la lectura de signos en la ciudad, es una impresión de la enorme cantidad de estímulos visuales a la que estamos sometidos cada día. La cantidad es tan grande que su efectividad comercial se ha vuelto totalmente dudosa”. Ton Meijdam


Las mejores oportunidades del mercado global de la contaminación

Las desesperadas prédicas de los ecologistas y las mediáticas acciones de Greenpeace no han logrado detener la contaminación industrial. ¿Pueden los fríos incentivos de mercado ser la solución?

El Protocolo de Kyoto ha quedado en la historia por la fenomenal polémica en que se vio envuelto. Entre tanto bullicio, pocos repararon en los mecanismos surgidos a su sombra para luchar contra la contaminación. En efecto, Kyoto apañó el nacimiento de un auténtico mercado donde se trafican “derechos para contaminar” a través de un aceitado mecanismo.

Si usted es dueño de una fábrica en un país desarrollado, tiene derecho a emitir una cantidad X de gases. Superar el límite implica pagar una fuerte multa (o hasta enfrentar la clausura).

Ahora supongamos que usted es el manager de una “industria limpia” (es decir, una industria que no alcanza a cubrir su cuota “legal” de contaminación). En ese caso, usted recibe una cierta cantidad de “créditos de contaminación” que, a través de un broker, puede vender a las empresas que contaminan.

De esta forma, Kyoto pretende establecer incentivos de mercado para estabilizar las emisiones de gases a través del fomento de técnicas limpias de producción. Las fábricas contaminantes deben enfrentar el costo de comprar los créditos de contaminación para evitar la clausura. Así, las industrias limpias (vendedoras de créditos) obtienen un ingreso extra que pagan las empresas contaminantes.

Y estos créditos cotizan al alza. Según Ecosystem Marketplace, algunos expertos creen que los créditos para la emisión de dióxido de carbono valdrán unos 40 mil millones de dólares en el 2010 y llegarán a 200 mil millones en años posteriores.

¿Está usted de acuerdo con este sistema? ¿Puede ponerse un precio al aire puro y el agua potable? En general, los grupos acusan al enfoque de reduccionista.

Sin embargo, según la investigación Unrecognized Assets, realizada en conjunto entre Strategy+business y Booz Allen, muchas compañías ya están poniendo en marcha políticas de management ambiental para aprovechar las nuevas oportunidades.

British Petroleum, por ejemplo, está invirtiendo mil millones de dólares en remodelar su antigua refinería de Los Angeles para transformarla en una moderna y limpia central eléctrica que brinde energía a medio millón de hogares. Así, convertirá una usina altamente contaminante (y deficitaria en créditos) en una industria limpia (superavitaria en créditos que le permitirá subsidiar sus actividades contaminantes en otros rincones del planeta).

La energética AES Corporation también se sumó al mercado global de Kyoto. En un plazo de tres años, gastará mil millones de dólares en generar créditos de emisión de gases. El plan prevé la reforestación de miles de hectáreas en Brasil, que le valdrá créditos para la emisión de entre 100.000 y 150.000 toneladas de dióxido de carbono. Hoy, esos créditos cotizan alrededor de los 20 dólares por tonelada. Pero se estima que su precio se multiplicará en el futuro.

Más allá de que muchos estén disconformes con este sistema, lo cierto es que existe. Y las empresas más visionarias están comenzando a operar en el mercado de la ecología. Las más avanzadas, están empezando a cuantificar sus activos ambientales y evaluar el retorno de la inversión ecológica en el mercado de los créditos.

Fuente: Materiabiz

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Informe de LE MONDE Diplomatique.

Ruptura de relaciones entre Ruanda y Francia

SOSPECHOSAS ACUSACIONES CONTRA EL RÉGIMEN DE KIGALI

Los pedidos de captura lanzados por un juez francés contra personalidades ligadas al poder ruandés -acusados de haber desencadenado el genocidio de 1994- provocaron la ruptura de relaciones entre París y Kigali. Ruanda se escuda en una historia oficial y Francia busca hacer olvidar sus lazos con el régimen racista del ex presidente Juvénal Habyarimana

Por Colette Braeckman
Periodista, Le Soir (Bruselas).

Kigali se atrevió. Después de doce años de moderación, durante los que disimulaba mal la desconfianza, si no el aborrecimiento, a mediados de noviembre de 2006 el gobierno ruandés rompió relaciones diplomáticas con París.

Fueron retirados los embajadores, el centro cultural francés quedó clausurado y la escuela francesa cerró. La prensa local tradujo los sentimientos oficiales, en los cuales el rencor rivaliza con la indignación. El motivo de la ruptura es la orden del juez antiterrorista Jean-Louis Bruguière, transmitida al ministerio público de París el 17 de noviembre, donde le pide emitir nueve órdenes de captura internacional contra miembros del entorno del presidente ruandés Paul Kagame.

Hasta el momento, París se ha contentado con notificarse de la ruptura, recordando el principio de separación entre el poder político y el poder judicial. Sin embargo, en este caso, tanto en Ruanda como en Francia, cabe dudar de la realidad de esa separación.

Entre las personalidades a las que apunta el juez Bruguière se encuentra el general James Kabarebe, jefe de estado mayor del ejército, Faustin Nyamwasa Kayumba, embajador de Ruanda en India, Charles Kayonga, jefe de estado mayor del ejército de tierra y varios militares y altos funcionarios. Aunque las autoridades judiciales no han discutido la decisión del juez, se han negado a emprender acciones contra el propio jefe de Estado ruandés. A los “inculpados” se les impondrán restricciones para su desplazamiento al extranjero y particularmente a los países europeos.

Desde 1998, a pedido de las familias de los tres miembros de la tripulación francesa, el juez antiterrorista está a cargo de una instrucción sobre el atentado contra el avión del presidente ruandés Juvénal Habyarimana, derribado el 6 de abril de 1994, a las 20 horas treinta minutos, cuando a su retorno de Dar es Salaam (Tanzania), estaba en la fase de aproximación al aeropuerto de Kanombe (Kigali). En las semanas siguientes, fueron masacrados un millón de tutsis y de hutus moderados que se oponían al genocidio.

En ocho años el juez procedió a cincuenta audiencias cuya síntesis entrega en una resolución de 64 páginas, donde se concluye en la posible complicidad de Paul Kagame. A la cabeza del Frente Patriótico Ruandés (FPR), en esa época Kagame dirigía la oposición armada al régimen de Habyarimana. Yendo más allá del simple enunciado de los hechos, el juez emite una consideración muy política: estima que el general Kagame, al elegir la opción del atentado, “optó deliberadamente por un modus operandi que, en el contexto particularmente tenso de Ruanda, no podía sino acarrear, como reacción, represalias sangrientas”.

En otras palabras, el razonamiento del magistrado francés, ya desarrollado en ocasión de “filtraciones” con las que se había beneficiado el periodista Stephen Smith (en marzo de 2004) y el escritor Pierre Péan (en 2005) (1) se sostiene en tres puntos: 1) a la cabeza del FPR, compuesto de exilados tutsis que operaban desde Uganda, el general Kagame dio la orden de derribar el avión de su enemigo; 2) este atentado fue la señal para el inicio del genocidio; 3) su intención era tomar el poder a cualquier precio, aun cuando sabía que los tutsis que vivían en el interior de Ruanda corrían el riesgo de ser víctimas de matanzas.

En definitiva, y como conclusión, Kagame y los suyos son los verdaderos responsables del genocidio de los tutsis. Lo que había que demostrar.

No es de extrañar que este silogismo haya provocado la indignación de Kigali. Si se aceptara la tesis del juez Bruguière, podría alimentar el resentimiento de los supervivientes, ya que daría a entender que los tutsis que vivían en Ruanda antes de la toma del poder por el FPR habrían sido sacrificados deliberadamente.

Esta tesis atenta también contra los propios fundamentos del régimen: recordando sistemáticamente su rechazo a la intervención de la “comunidad internacional” en 1994, el FPR invoca haber puesto fin al genocidio y haber derrotado militarmente a las fuerzas que lo habían desatado.

También reivindica haber eliminado de la nueva Constitución ruandesa las referencias étnicas, calificadas como “divisionistas”.

Además, la voluntad de garantizar a cualquier precio la seguridad de los ciudadanos ruandeses y de impedir cualquier retorno ofensivo de las “fuerzas genocidas” es lo que incitó al ejército ruandés a llevar la guerra a la República Democrática de Congo (RDC), un país vecino, y a ocupar durante varios años amplias porciones de su territorio.

Estimando que los tribunales militares nacionales, que ya sancionaron crímenes cometidos por soldados y oficiales del FPR, representan una instancia suficiente, y negándose a poner en un mismo plano los actos de genocidio y de guerra, Kigali rechazó siempre que el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) instalado en Arusha (Tanzania) se hiciera cargo de las exacciones y matanzas cometidas por las tropas del FPR en 1994 o durante la guerra en la RDC, y nunca dudó en ejercer presiones sobre la justicia internacional, reteniendo, por ejemplo, a testigos llamados a Arusha.

Kigali se niega a considerar la acción del juez Bruguière como una iniciativa judicial aislada. A pesar de los esfuerzos de acercamiento desplegados por el último embajador de Francia en Kigali, Dominique Decherf, en acuerdo con el ministro francés de Relaciones Exteriores, Ruanda piensa que desde hace doce años Francia no sólo mantiene su cooperación en un nivel mínimo (2 millones de euros) sino que trata de sabotear al nuevo régimen denigrándolo, entre otras cosas, ante las instituciones financieras internacionales y rechazando numerosas ofertas africanas de mediación.

Desde el punto de vista francés, es evidente que Ruanda sigue siendo un desafío arduo. La polémica en torno al atentado contra el avión presidencial, que tuvo repercusiones extravagantes, como el descubrimiento (luego desmentido) de la caja negra del avión en un placard del edificio de Naciones Unidas en Nueva York, tiende a veces a ocultar una cuestión mucho más fundamental: el apoyo del ejército francés a las fuerzas que cometieron el genocidio.

Según Gabriel Périès y Davis Servenay (2), este apoyo se intensificó después de que se desencadenara la guerra de 1990, pero estuvo precedido por una preparación ideológica durante la cual quienes llevaron a cabo el genocidio, como el coronel Théoneste Bagasora, habían estudiado en París los mecanismos de la lucha antisubversiva.

Parece que durante la guerra (1990-1994) llevada a cabo por el FPR contra el régimen de Hagyarimana, militares franceses armaron y entrenaron a las fuerzas gubernamentales y que, a pesar de los acuerdos de Arusha, de agosto de 1993, “cooperantes militares franceses” se quedaron en el país. En 1998, una misión de Información Parlamentaria dirigida por Paul Quilès liberó ampliamente a París de las acusaciones de apoyo a las fuerzas genocidas, sin que por eso se extinguiera la polémica.

Existe el riesgo de que la polémica sea reactivada por nuevas revelaciones de testigos ruandeses ante la Comisión de Investigación Nacional encargada, según el título oficial (y sin equívoco sobre las intenciones de los investigadores) “de determinar el involucramiento de Francia en el genocidio”.

Durante las sesiones públicas que se desarrollaron en Kigali en diciembre 2006, ex miembros de las fuerzas gubernamentales y milicianos que participaron en el genocidio, declararon que “instructores franceses” los habían formado en el manejo de armas tales como morteros, y también en el combate cuerpo a cuerpo o con armas blancas. Aseguraron, apoyándose en ejemplos, que las entregas de material militar traído de Francia continuaron durante el genocidio, a través de la ciudad congoleña de Goma, y explicaron largamente las ambigüedades de la Operación Turquesa (3), durante la cual prosiguieron las matanzas en varios lugares, como, por ejemplo, en la colina de Bisesero.

Una sóla hipótesis

Varios libros y documentales, entre ellos Tuez les tous (4) (Mátenlos a todos), realizado en 2005, así como una Comisión de investigación de ciudadanos, mencionaron esta participación francesa, suscitando en Francia la indignación de miles de militares y del sistema de informaciones. La decisión del juez Bruguière representa entonces el punto culminante de una dolorosa polémica, y plantea varias preguntas.

La primera se refiere, evidentemente, a la eventual parcialidad de la instrucción del magistrado francés.

De las cinco hipótesis que se le ofrecían, él sólo eligió una: demostrar la responsabilidad del FPR en el atentado. Para lo cual, desde su oficina parisina, el juez privilegió a los testigos que corroboraban su tesis: 1) oficiales del ex ejército ruandés que en esos días comparecían ante el TPIR, donde eran acusados de genocidio; 2) el capitán Paul Barril, ex dirigente del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional (GIGN) que en mayo de 1994 estuvo destacado en misión en Ruanda por cuenta de la viuda de Habyarimana; pero que, según sus propios dichos, habría estado también en Kigali en abril, en el momento del genocidio; y 3) tránsfugas del Frente Patriótico Ruandés refugiados en Europa y Estados Unidos.

Considerado por el juez como testigo principal, el más locuaz de esos tránsfugas es el mayor Abdul Ruzibiza, al que ya habíamos encontrado en Kampala (Uganda) en junio de 2003. Presentado a la Dirección General del Servicio Exterior (DGSE, servicio de información francés) por los servicios de seguridad de Uganda, fue llevado a París, dio su testimonio al juez Bruguière y luego recibió asilo político en Noruega, donde sigue residiendo.

Sus superiores jerárquicos en el ejército ruandés, entre quienes se cuenta el general James Kabarebe, aseguran que Ruzibiza, un auxiliar de enfermería formado en el puesto de trabajo, se encontraba en abril de 1994 en Byumba, en el norte del país, y que dado su rango jerárquico, queda excluida la posibilidad de que haya participado jamás en una reunión del Estado Mayor del FPR.
Pero sobre todo, Ruzibiza no teme contradecirse: aun cuando había asegurado inicialmente haber formado parte del “network commando”, autor del atentado, hoy afirma que no era más que un técnico infiltrado, encargado de efectuar patrullajes de reconocimiento en la colina de Masaka, desde donde se efectuó el disparo contra el avión (5).

Reconoce no haber estado más de una hora con el juez de instrucción francés. Otro testigo, Emmanuel Ruzigana, se excusó. Después de la publicación de la decisión judicial, le escribió al magistrado para precisar: “Usted me atribuye falsamente la pertenencia a ese network commando, un grupo cuya existencia yo había negado”.

Sin embargo, las exposiciones de estos dos testigos clave fueron las que le permitieron al magistrado concluir que un comando del FPR, entre los cuales había dos tiradores, abandonó la sede del Parlamento ruandés donde estaba acantonado un destacamiento de 600 hombres del FPR, y tomó posición en la colina de Masaka para vigilar la llegada del avión presidencial y luego, una vez terminado el operativo, volvió a su base en taxi. No sin haber dejado en el lugar del crimen dos lanzadores que luego permitieron identificar los misiles utilizados, dos Sam-16 de origen ruso, que habrían sido puestos a disposición del FPR por su aliado ugandés.

Si el juez francés se hubiera desplazado en comisión rogatoria al terreno de los hechos, habría descubierto que la colina de Masaka se encuentra en una prolongación de la pista del aeropuerto y del campo militar de Kanombe, y que en esa época era un feudo de la guardia presidencial de Habyarimana, compuesta por los más duros del régimen. Hubiera encontrado en el lugar testigos que le hubieran señalado que en el momento de los hechos, en los pocos kilómetros que separan el Parlamento del lugar desde donde presuntamente partió el disparo, se habían erigido no menos de siete barreras, en las cuales esta guardia presidencial, en alerta máxima, controlaba severamente las identidades de las personas que transitaban y el paso de vehículos.

¿Cómo los tutsis, físicamente muy reconocibles, habrían podido abandonar primero sin dificultades el recinto del Parlamento ruandés, custodiado por los Cascos Azules de la Misión de Naciones Unidas para la Asistencia a Ruanda (Minuar), y luego franquear todos los puestos de control custodiados por sus peores enemigos?

Suponiendo que hubieran llegado vivos a Masaka, habrían tenido que disimularse entre el orfanato Sainte Agathe -que alojaba a los protegidos de la esposa del presidente y era defendido por la Guardia Presidencial- y el lugar denominado “la Ferme” (la chacra), un dominio que también pertenecía al jefe de Estado y al cual sólo tenían acceso la guardia presidencial y los militares franceses. Las dos vías de acceso a Masaka (la ruta Kigali-Kibungo y un camino adyacente), erizados de retenes de control, se extienden a lo largo de dos pantanos imposibles de atravesar en automóvil.

El origen presunto de los misiles es otro tema polémico. El juez, que viajó en comisión rogatoria a Moscú, asegura haber podido identificar un lote de 40 misiles fabricados en la ex-URSS y entregados a Uganda. El presidente ugandés Yoweri Museveni los habría cedido enseguida al FPR.

El informe de identificación y las fotos de esos lanzamisiles están tomados de documentos elaborados por la Misión de Información del Parlamento francés. La dificultad consiste en que después de haber hecho pericias de esas fotos y constatado que los misiles se encontraban todavía en los lanzadores y, por lo tanto, no habían sido disparados, la Misión concluyó que hubo una probable manipulación.

Además, estas conclusiones no tienen en cuenta informaciones que fueron comunicadas al tribunal de Arusha durante el proceso del coronel Théneste Bagosora, considerado como el “cerebro del genocidio”.

Documentos producidos en esa ocasión demuestran que desde 1992, el ejército gubernamental ruandés, temiendo un ataque aéreo proveniente de Uganda, trataba desesperadamente de adquirir misiles tierra-aire y había contactado a varios proveedores.

Una oferta detallada, producida en Arusha y que provenía del Ministerio de Defensa de Egipto, ofrecía un lote de 100 misiles y de 20 lanzadores, provenientes de la ex-URSS y de Bulgaria. Aunque siempre se dijo que las fuerzas gubernamentales no poseían misiles y no habían aprendido a usarlos, desde entonces quedó establecido que trataron por todos los medios de procurárselos.

Por otra parte, en una conferencia de prensa celebrada el 31 de noviembre de 2006, el portavoz del TPIR, Everard O’Donnell, parece asestar una áspera desmentida a la decisión del juez Bruguière. Recordando todos los juicios ya realizados por el TPIR, señala que en cada oportunidad los jueces concluyeron en la realidad de “una conspiración planificada y sistemáticamente organizada con el propósito de cometer un genocidio”. Los asesinatos y luego las matanzas, que en algunos lugares habían comenzado antes del 6 de abril, no pueden ser considerados como “una reacción espontánea” por la muerte del presidente Habyarimana.

El portavoz del TPIR recuerda también que la colina de Masaka y el lugar del derribamiento del avión estaban en ese momento controlados por la guardia presidencial, y que ésta le impidió a todo el mundo, incluyendo a los Cascos Azules belgas, acceder a los restos del avión. El portavoz señala también que una vez hallados los lanzadores de misiles, fueron confiados al Ministerio de Defensa del gobierno interino, bajo la autoridad del coronel Bagosora, que los envió a Gisenyi, en la frontera congolesa.

De estos diversos testimonios puede concluirse que si el FPR podía efectivamente haber tenido misiles en su poder, las fuerzas gubernamentales también podrían haberlos adquirido. Y que, aunque se había establecido que no disponían de tiradores de elite en sus filas, habrían podido recibir la ayuda técnica de expertos extranjeros. Este es, precisamente, el testimonio que, desde hace doce años, repite el belga Paul Henrion.

Ex militar, reciclado en realizador de obras públicas, este hombre que vivió más de treinta años en Ruanda, mantuvo su entrada al ámbito presidencial y recuerda que pasando por Masaka, el 6 de abril por la mañana, notó que había militares que habían tomado posiciones, dotados de un cañón anti carros de asalto.

Al volver a pasar por el lugar a la tarde, observó que esos hombres seguían allí, observando el cielo. Notó entonces un detalle que ya lo había sorprendido a la mañana: esos hombres, con uniforme de la guardia presidencial, llevaban sin embargo su gorra de una manera no habitual, inclinada hacia la derecha, como suelen hacerlo las fuerzas francesas, mientras los belgas y los ruandeses la inclinan hacia la izquierda. Desde ese momento, se plantea la pregunta de si algunos extranjeros se habrían disimulado entre las filas de la guardia presidencial (6).

Al leer la decisión del juez Bruguière, también impacta constatar que este texto, fruto de ocho años de trabajo, tiene numerosos errores, menores tal vez, pero que indican una cierta ligereza en su elaboración: la sigla de la Radio Televisión de las Mil Colinas, que alentaba a matar, no está escrita correctamente; y los milicianos hutus interahamwe se convierten en “interahawe”, mientras que la mayoría de los acusados, altos dignatarios del régimen ruandés, son presentados como de “nacionalidad desconocida”.

¿Por qué el juez Bruguière eligió publicar en noviembre de 2006 una investigación cerrada desde hacía dos años, ya ampliamente mediatizada, violando el secreto de la instrucción, y no la modificó teniendo en cuenta las nuevas informaciones provenientes de Arusha? ¿Por qué el magistrado, que se prepara para dejar la carrera judicial, y que está considerando presentarse en las próximas elecciones legislativas francesas del 10 y 17 de junio de 2007 en las listas de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), habría decidido cerrar todas sus actuaciones, entre las cuales está la investigación ruandesa?

Denuncias admisibles

Es forzoso constatar que esa piedra en el agua, cuyas consecuencias parecen haber consternado al Quai d’Orsay, fue saludada con entusiasmo en los medios militares franceses.

En efecto, están en curso varios procesos engorrosos. Desde hace dos años, están radicadas en el Tribunal Militar denuncias presentadas por seis víctimas del genocidio, en contra de militares franceses que participaron en la Operación Turquesa. Cuatro de esas denuncias fueron juzgadas admisibles.

Uno de los denunciantes, el ex seminarista Bernard Kayumwa, que estuvo refugiado en la colina de Bisesero, le reprocha a los franceses haber descubierto, el 27 de junio de 1994, a su grupo de tutsis sobreviviente y prometido enviar ayuda. En realidad, “después de su partida, la población convergió hacia nosotros con machetes, y los gritos y las explosiones debían oírse hasta Kibuye. Muy debilitados, perdimos más gente todavía . Cuando los franceses volvieron el 30 de junio, nos quitaron nuestras armas tradicionales y nos llevaron hacia Kibuye. Pero a los Interahamwe los dejaron dirigirse hacia el bosque con sus armas.”.

Aun cuando París recuerda que lo judicial y lo político están separados, eso no impide que, en dos oportunidades, el Magisterio Público se haya opuesto a que el Tribunal Militar llevara la investigación sobre el terreno.

El efecto colateral de la ruptura de las relaciones diplomáticas, consecutivo a la ordenanza del juez Bruguière, es que ahora cualquier investigación será imposible en Ruanda.

El segundo procedimiento que puede inquietar a Francia se desarrolla en Ruanda, y la crisis actual sólo puede estimular el celo de la Comisión de Investigación Nacional, que obtuvo el acceso a los archivos de los ministerios ruandeses de Relaciones Exteriores y de Defensa, y que recibe declaraciones de numerosos testigos.

La síntesis de los trabajos de la comisión ruandesa debería apoyar las acusaciones ya realizadas en Kigali y esto representará un nuevo episodio de la guerra de palabras a que se han entregado en este momento Francia y Ruanda.
Más allá de las acusaciones cruzadas, el problema entre ambos países es también de orden psicológico, ya que el ejército francés no soportaría haber fracasado ante el FPR, que en julio de 1994 se apoderó del poder en Kigali sin haber consentido negociar con los aliados de París.

Y desde el punto de vista ruandés, no sólo se le reprocha a Francia el apoyo que le diera a las fuerzas genocidas en un pasado no tan lejano, sino también el hecho de que las autoridades francesas, a diferencia del primer ministro belga Guy Verhofstadt, del presidente estadounidense William Clinton, y del secretario general de la ONU Kofi Annan, no hayan hecho nunca un acto de contrición. Esto es percibido como una perseverancia en el error.

Notas:

1 Le Monde, París, 28-3-04; Pierre Péan, Noires Fureurs Blanc Menteurs, L’Esprit Frappeur, París, noviembre de 2005.

2 Gabriel Périès y David Servenay, Une guerre noire. Enquète sur les origines du genocide rwandais (1959-1994), La Decouverte, a publicarse el 25-1-07.

3 Oficialmente la Operación Turquesa decidida con el aval de la ONU en julio de 1994 tenía un objetivo humanitario. Sin embargo, la acción del ejército francés siempre fue cuestionada: en realidad habría demorado la marcha del FPR que ponía fin militarmente a las matanzas, y permitido la evacuación de los criminales.

4 Raphaël Glucksmann, David Hazan y Pierre Mezerette, Tuez les tous, Dum Dum Films y La Classe Americaine, 2004.

5 Libération, París, 28-11-06.

6 El supuesto móvil de los franceses es el siguiente: el presidente Habyarimana, bajo la presión internacional, había terminado por aceptar que se constituyera un gobierno de transición. Lo compondrían ministros surgidos del FPR. Pero este acuerdo sobre todo hubiera abierto el camino a la reforma del ejército, el 40% de cuyos efectivos, soldados pero sobre todo oficiales, provendrían del FRP. Más jóvenes, mejor formados, más combativos, rápidamente podrían suplantar a oficiales como Bagosora y otros y sobre todo su presencia habría impedido algunos tráficos realizados por el clan presidencial y sellado la partida definitiva de los colaboradores militares franceses, que habían terminado por abrazar la causa ruandesa. En Kigali, en vísperas del 6 de abril, muchos observadores presentían la “rendición” de Habyarimana y temían que sus días estuvieran contados. Es lo que explica que la responsabilidad del atentado haya sido atribuida a los extremistas Hutus, que liquidaron rápidamente a todos los Hutus moderados que hubieran podido aplicar los acuerdos.

C.B.

Fuga de Cerebros

Muchas veces se ha hablado de que este país ha sufrido una fuga de cerebros.
Eso es innegable.
Muchas veces, la falta de RRHH se soluciona con picardía criolla.
En este ejemplo, vemos una exposición clara de la chantada argentina.

– “Che, necesitamos una traductora”
– Ah yo tengo una prima que habla inglés.
– Traela que le pagamos dos mangos…

Y así, pasan estas cosas…