Greenpeace Argentina busca un "Asistente de Campañas"

Greenpeace Argentina busca un/a activista joven, emprendedor/a, creativo/a, con espíritu de sacrificio y muchas ganas de aprender sobre nuestras campañas.

Es necesario contar con muy buen inglés y disponibilidad para viajar por períodos cortos.Trabajará a tiempo completo dentro de nuestros equipos de campaña integrando un equipo con el Coordinador de Campaña y deberá resolver con autonomía actividades que se le deleguen.

Participará activamente de las discusiones sobre estrategias de las campañas de Greenpeace Argentina y aportar propuestas y conocimiento para el desarrollo de las mismas.

Enviar curriculums a jvillalo@ar.greenpeace.org hasta el 31/3/05.

Inspiraciones y Dudas

Uno se motiva y se deja llevar.
Al rato, duda y vuelve a sus ideas originales, que a cierta altura ya no se sabe cual son.
Encontrar el equilibrio, siempre es el ideal, pero a tipos como yo, les resulta casi imposibles.
La Pasión con la vida, el extremismo de mis sentimientos y la radicalidad de mis actos.
Sé que debería ponerle más frenos, pero no se puede ir contra la esencia. Cosas del Escorpión, ¿vió?

La libertad y el compromiso.
Parecen Opuestos.

Disfrutar las presencias.
Estar.
Reconocerse en las letras y en las miradas.

Placer.
Temor.
Besos.

Esperas.
Aguantar el verse para disfrutar el reencuentro.

Volar, despegarse y volar.

Recuperar mi humanidad

Recuperar mi humanidad
Camilo Mejía


Fui enviado a Irak en abril de 2003 y en octubre regresé a Estados Unidos con licencia por dos semanas. Retornar a casa me dio la oportunidad de poner mis pensamientos en orden y escuchar lo que mi conciencia me decía. La gente me preguntaba por mis experiencias de la guerra y al responder volvía a vivir todos los horrores: los tiroteos, las emboscadas, la vez que vi cómo arrastraban por los hombros a un joven iraquí sobre un charco de su propia sangre o cuando el fuego de nuestras ametralladoras le arrancó la cabeza a un inocente.

La vez que presencié el derrumbe emocional de un soldado porque había matado a un niño, o cuando un anciano cayó de rodillas y gritaba levantando los brazos al cielo, como preguntando a Dios por qué nos habíamos llevado el cuerpo sin vida de su hijo.

Pensé en el sufrimiento de un pueblo cuya patria estaba en ruinas y encima era sometido a nuevas humillaciones por los allanamientos, las patrullas y los toques de queda de un ejército de ocupación.

Y caí en cuenta de que ninguna de las razones que nos dieron para estar en Irak era cierta. No había armas de destrucción masiva. No había vínculo entre Saddam Hussein y Al Qaeda. No ayudábamos al pueblo iraquí y ese pueblo no nos quiere tener allá.

No prevenimos el terrorismo ni hacemos más seguro a nuestro país. No pude encontrar una sola razón para haber estado allá, disparando contra personas y siendo blanco de disparos.

Venir a casa me dio claridad para ver la línea entre el deber militar y la obligación moral. Me di cuenta de que formaba parte de una guerra que me parecía inmoral y criminal, una guerra de agresión, una guerra de dominación imperial. Me di cuenta de que actuar según mis principios resultaba incompatible con mi función en el ejército, y concluí que no podía volver a Irak.

Al deponer mi arma escogí reafirmarme como ser humano. No he desertado del ejército ni he sido desleal a los hombres y mujeres del ejército. No he sido desleal a una patria. Solamente he sido leal a mis principios.

Cuando me entregué, con todos mis temores y dudas, no lo hice únicamente por mí. Lo hice por el pueblo de Irak, incluso por los iraquíes que me dispararon: ellos sólo estaban del otro lado de un campo de batalla en el que la guerra misma es el único enemigo. Lo hice por los niños de Irak, que son víctimas de las minas y del uranio empobrecido. Lo hice por los millares de civiles desconocidos
que han muerto en la guerra. El tiempo que dure en prisión es un precio pequeño comparado con el que iraquíes y estadunidenses han pagado con su vida. Un precio pequeño comparado con el que la humanidad ha pagado por la guerra.

Muchos me han llamado cobarde, otros me dicen héroe. Creo que se me puede encontrar en algún punto medio. A quienes me han dicho héroe les digo que no creo en los héroes, pero sí creo que personas ordinarias pueden hacer cosas extraordinarias.

A quienes me llaman cobarde les digo que se equivocan y que, sin saberlo, también tienen razón. Se equivocan en creer que dejé la guerra por miedo de que me mataran. Reconozco que había miedo, pero también estaba el temor de matar inocentes, de colocarme en posición de tener que matar para sobrevivir, de perder mi alma en el proceso de salvar mi cuerpo, de perderme para mi hija, para la gente que me ama, para el hombre que antes fui, el hombre que quiero ser.

Tenía miedo de despertar una mañana y darme cuenta de que mi humanidad me
había abandonado.
Digo sin ningún orgullo que desempeñé mi cometido como soldado.
Mandé un batallón de infantería en combate y nunca dejamos de cumplir nuestra misión. Pero quienes me llaman cobarde, sin saberlo, también tienen razón. Fui cobarde no por dejar la guerra, sino por haber sido parte de ella en un principio. Oponerme a la guerra y resistirla era mi deber moral, un deber que me llamaba a realizar una acción basada en principios.

En vez de mi deber moral como ser humano opté por cumplir mi deber de soldado. Todo porque tuve miedo. Estaba aterrado: no quería enfrentar al gobierno y al ejército, temía el castigo y la humillación. Fui a la guerra porque en ese momento era un cobarde, y por eso pido perdón a mis soldados, por no
ser líder en lo que debí serlo.

También pido perdón al pueblo iraquí. A él le digo que lamento los toques de queda, los allanamientos, las matanzas. Ojalá encuentren en sus corazones ese perdón para mí.

Una de las razones por las que no me opuse a la guerra en un principio fue porque tenía miedo de perder mi libertad. Hoy, sentado tras barrotes, me doy cuenta de que existen distintos tipos de libertad, y que pese a mi confinamiento sigo libre en muchas formas importantes. ¿De qué sirve la libertad si tenemos miedo de seguir los dictados de nuestra conciencia? ¿De qué sirve si no somos
capaces de vivir con nuestros actos? Estoy confinado a una prisión, pero me siento más conectado que nunca con toda la humanidad. Detrás de estos barrotes soy un hombre libre porque escuché a un poder superior, la voz de mi conciencia.

Mientras estaba confinado en aislamiento total, me encontré un poema de un hombre que rechazó y se resistió al gobierno de la Alemania nazi. Por ello fue ejecutado. Se llamaba Alfred Hanshofer y escribió este poema mientras aguardaba la ejecución.

Culpa
La carga de mi culpa ante la ley
es ligera sobre mis hombros; conspirar
era mi deber para con el pueblo:
de no ser así habría sido un criminal.
Soy culpable, pero no en la forma que creen.
Debí haber cumplido mi deber antes, hice mal;
debí llamar al mal por su nombre,
vacilé demasiado tiempo en condenarlo.
Ahora me acuso con el corazón:
he traicionado mi conciencia demasiado tiempo,
me engañé a mí mismo y a mi prójimo.
Desde el principio supe el camino que seguía el mal,
¡mi advertencia no fue lo bastante fuerte y clara!
Hoy sé de qué fui culpable…

A quienes aún están callados, a quienes persisten en traicionar su conciencia, a quienes no llaman con claridad al mal por su nombre, a quienes no hacemos aún lo suficiente para rechazar y resistir, les digo “den un paso al frente”, les digo “liberen su mente”. Liberemos colectivamente nuestra mente, ablandemos nuestro corazón, confortemos a los heridos, depongamos las armas, y reafirmémonos como seres humanos poniendo fin a la guerra.

Camilo Mejía es hijo del legendario compositor sandinista nicaragüense Carlos Mejía Godoy (ver entrevista en Masiosare, 9/05/2004), pasó más de siete años en el ejército y ocho meses combatiendo en Irak. Durante una licencia militar solicitó estatus de objetor de conciencia y fue declarado prisionero de conciencia
por Amnistía Internacional. El ejército estadunidense lo condenó a prisión por negarse a regresar a la guerra en Irak. El pasado 15 de febrero fue puesto en libertad.

© 2005 por TruthOut.org

Madamme Ivonne

Letra: Enrique Cadícamo
Música: Eduardo Gregorio
Año: 1937

Mademoiselle, Ivonne era una pebeta
en el barrio posta del viejo Montmartre.
Con su pinta brava de alegre griseta
animó las fiestas de Les Quatre Arts.
Era la papusa del Barrio Latino
que supo a los puntos del verso inspirar,
pero fue que en un día llegó un argentino
y a la francesita la hizo suspirar.

Madame Ivonne,
la Cruz del Sur fue como un sino;
Madame Ivonne,
fue como el sino de tu suerte…
Alondra gris,
tu dolor me conmueve,
tu pena es de nieve,
Madame Ivonne…

Han pasado diez años que zarpó de Francia,
Madmoiselle Ivonne hoy es sólo “Madame”,
la que al ver que todo quedó en la distancia
con ojos muy tristes bebe su champán…
Ya no es la papusa del Barrio Latino;
ya no es la mistonga florcita de lis…
Ya nada le queda de aquel argentino
que entre tango y mate la alzó de París.

Algo huele mal en la Argentina

Una nota de mi amigo Rodolfo publicada en La Nación.

Algo huele mal en la Argentina

No es algo nuevo.
Convive con nosotros hace mucho tiempo. De tan próximo ya casi ni nos damos cuenta, lo hemos incorporado. Sin embargo está y cada vez que puede se hace presente. Es el fétido olor que surge de la putrefacción.

A partir del marco legal que establecen los hombres que están al frente de las instituciones políticas, de la ausencia de controles por parte del Estado, hasta la reciente auto amnistía impulsada por la corporación política al calor de un tecnicismo jurídico como es el cómputo de la prescripción de los delitos, a poco de iniciado el 2005 los argentinos podemos afirmar que… algo huele mal en Argentina.

Me viene a mi mente Hamlet. Y a partir de él surge en mi un interesante ejercicio como es el de tratar de hacer que ustedes puedan, al igual que yo, focalizar la atención por unos instantes, y en forma no profesional, sobre un pequeño paralelismo entre la genial obra de William Shakespeare y nuestro entorno. Como Hamlet en sus largos y profundos diálogos consigo mismo, la ciudadanía intuye un gran mentira armada y cobijada, frente a sus mismas narices.

No sabemos o no queremos darnos por enterados y menos aún reaccionar en consecuencia. Claro que existen sutiles diferencias: el personaje de Shakespeare contó con una invalorable fuente de información que lo puso en antecedentes de lo sucedido en el palacio, sede del poder.

El espectro de su padre, el Rey muerto, se le apareció en el patio de armas del castillo, y en este encuentro le reveló que había sido asesinado por Claudio su propio hermano, quien se quedó con el trono de Dinamarca y con la Reina Gertrudis, quien a su vez le había sido infiel con Claudio, en vida del Rey. Por el contrario, en la cotidiana tragedia política de nuestra argentina, carecemos de un buen informante.

Las denominadas fuentes fidedignas de información que comunican a través de sus medios qué es lo que realmente ocurre dentro del palacio no cumplen su función, dejando ocultas tras los pliegues del poder las reales motivaciones de las autoridades, como así también el curso de su acción.

Tanto los que deberían cumplir su rol de comunicadores, cuanto aquellos cortesanos que se benefician por la gestión del poder, están cegados por su ambición, su avaricia, y por que no, su cobardía, pasiones ellas que también se encuentran representadas en la monumental obra literaria inglesa.

Después de las trágicas muertes de Cromagnon, la reciente aprobación de la ley de auto amnistía (Ley 25.990) hará posible que la imputación de presuntos delitos de corrupción contra el Estado queden para siempre en el olvido, hayan sido realizados por personas tan distantes entre sí, (o no), como Menem, Santibáñez, o por el mismísimo actual presidente Kirchner con los famosos fondos desaparecidos de Santa Cruz provenientes de las regalías petroleras.

A partir de estos sucesos nadie en su sano juicio puede pasar por alto las palabras del príncipe de Dinamarca: Algo esta podrido en la Argentina.

La excelsa obra nos relata como y a través de su célebre frase “Ser o no Ser”, el protagonista busca la manera, los caminos y los diferentes modos de vengar a su padre para restaurar las cosas a su lugar, llegando por cierto a un trágico final que seguramente es ya conocido por todos.

La declinante dirigencia argentina, aprovechando el sopor en que vive la mayoría de la gente, hace posible que el mal olor sea parte de nuestro entorno. Hamlet urdió un plan. Pasó de la locura a la acción. No deseo, ni pretendo un trágico final para solucionar nuestros problemas.
Nosotros ¿estamos en condiciones de poder afirmar que en algún momento emprenderemos las acciones necesarias para eliminar los malos olores? ¿Hasta cuándo seremos víctimas de un destino construido por burócratas corruptos y saqueadores que sobreviven gracias al esfuerzo de 37 millones de habitantes? ¿Cuándo llegará la hora de convertirnos en protagonistas para armar nuestro propio futuro en base a los dictados que emanan de la Constitución Nacional y de los derechos individuales, sin que prevalezcan razones de Estado? Ante la ausencia de respuesta a los interrogantes previos, habrá que concluir que nos agrada vivir en medio del estiércol. Y ello es muy grave, porque .. .no es algo nuevo.


Convive con nosotros hace mucho tiempo. De tan próximo ya casi ni nos damos cuenta, lo hemos incorporado. Sin embargo, ahora se nos revela transparente frente a nosotros y nos envuelve sin que tomemos clara conciencia de donde proviene. Allí está.

Es el fétido olor que surge de la putrefacción.

La nuestra.

Rodolfo Guillermo Civitarese
analista político
abogado Universidad Católica Argentina
rgcivi@hotmail.com

GIULIANA Por Eduardo Galeano

Por Eduardo Galeano

Está visto que el terror genera más terror y la ceguera, más ceguera. Irak, país invadido, ocupado, descuartizado, se ha convertido en un trágico manicomio condenado a la oscuridad. ¿Habrá algún último fueguito de humanidad y de cordura? ¿Ardiendo en la noche, como la llama de un fósforo en la mano de alguien? ¿Iluminando la cara de Giuliana, diciéndole: no estás sola, diciéndole: la pesadilla pasará, pidiéndole: no te caigas?
(Texto del escritor uruguayo por el secuestro en Irak de la periodista Giuliana Sgrena, del diario italiano Il Manifesto, de la que ayer se difundió un dramático video.)

ENCUESTA DE CPJ IDENTIFICA PRINCIPALES ENCARCELADORES DE PERIODISTAS

China, Cuba, Eritrea y Birmania son los principales encarceladores de periodistas del mundo, según una investigación anual del Committee to Protect Journalists (Comité por la Protección de los Periodistas, CPJ). Más de setenta y cinco por ciento de los 122 periodistas encarcelados en todo el mundo se encuentran en esos países, dice el miembro de IFEX.

China encabeza a todos los países con 42 periodistas tras las rejas (el 31 de diciembre de 2004). Cuba se encuentra en segundo lugar con 23 reporteros, escritores y editores tras las rejas, mientras Eritrea es el líder en África con 17 periodistas detenidos, muchos de ellos en cárceles secretas. En Birmania, 11 periodistas se encontraban tras las rejas al final del año (tres de ellos fueron liberados en el ínterin).

La investigación del CPJ encontró que al menos 74 periodistas encarcelados en todo el mundo fueron acusados según varias leyes “contra el estado”, como subversión, sedición, divulgación de secretos de estado o actuación contra los intereses del estado. “El alto número de estas amplias acusaciones ilustra la proclividad de los Gobiernos represivos a encerrar a los periodista que escriben en forma crítica acerca de los asuntos públicos”, dice la directora ejecutiva del CPJ Ann Cooper.

En al menos nueve casos, los periodistas fueron encarcelados de conformidad con leyes de difamación, calumnia o “injuria”, señala el CPJ.

CPJ comenzó una campaña para buscar la liberación de dos cineastas de documentales que fueron encarcelados en Birmania. Aung Pwint y Nyein Thit , homenajados por el CPJ con un Premio Internacional de Libertad de Prensa en 2004, están cumpliendo penas de ocho años por hacer documentales independientes que retratan las duras realidades de la vida en Birmania, entre ella la y los trabajos forzados. CPJ ha enviado 400 llamados firmados por periodistas y activistas de la libertad de prensa a la embajada birmana en Washington, DC, que piden la liberación de los dos hombres (http://www.cpj.org/news/2005/Burma01feb05na.html).

La organización también envió cartas para expresar su seria inquietud a cada país que ha encarcelado a al menos un periodista.

CPJ considera que cualquier periodista privado de su libertad por un Gobierno está encarcelado. Los periodistas siguen en la lista de la CPJ hasta que la organización recibe una confirmación segura de que han sido liberados. Los periodistas que desaparecen o son secuestrados por organizaciones que no forman parte del Estado, como bandas criminales, rebeldes y grupos militantes, no se incluyen en la lista de encarcelados.

Lo más Groso que hice en la vida



Posted by Hello
No hay dudas. Ni bien me acordé lo que había hecho de pibe me dije “Vos sos groso, sabelo”.
Tenia 8 y estabamos en mi quinta.
Habiamos terminado de comer un asado con toda la familia. Delante mio, una tabla enorme de madera y una cuchilla.
Aburrido, mientras miraba como las moscas jugaban entre la sangre de la carne cortada, tomé la cuchilla para espantarlas.Pero en un momento, tuve un momento de iluminación. Todo el Ki del universo de apodero de mi mano y yo me dejé fluir por la energía.
En un reflejo sobrehumano, mi mano bajó rapidamente sobre la tabla de madera.Creo que alcancé el Nirvana cuando me di cuenta de mi logro.Sobre la tabla, una mosca que acababa de posarse sobre la sangre, yacía muerta, en dos mitades perfectas.
Nunca pude repetir una experiencia como esa.

Mar Adentro

¿Cuánto vale una vida?

¿Cuánto cuesta vivirla cuando uno no considera digno hacerlo?

Es lo que plantea la película del director español Alejandro Amenabar.

Ramón, un tetraplégico que desea poner fin a su vida, en un entorno que no comparte su decisión. Rodeado de 3 amores fuertes, cada uno con un modo de entender la vida y la muerte que acompañan cada faceta del sufrimiento del protagonista.

Para quienes estamos a favor de la eutanasia es una exaltación de la insensibilidad e hipocresía de quienes gobiernan. Para quienes están en contra, la posibilidad de ponerse unos minutos en la piel de quien desea la muerte con toda la fuerza que la vida permite.

“Más que vida, dignidad”es lo que brota de Ramón en cada frase. Y no se la permiten. Como a tantos que sufren sus vidas.

Un padre que dice que “Hay una cosa peor que se te muera un hijo… que se te quiera morir” desgarra mientras entendemos que el verdadero amor tira el egoísmo de lado y actúa de acuerdo al amado, aún sin compartir sus valores o ideas, pero respetando su libertad de elegir.

¿Qué vale más? ¿La vida, la dignidad o la libertad?

Es obvio lo que yo elegiría.

¿Y vos?